miércoles, 4 de febrero de 2009

El spam fuera del correo electrónico

Todos los que tienen una cuenta de correo electrónico saben muy bien lo que es el spam. Correo electrónico no solicitado, enviado en masa y completamente inútil la gran mayoría de las veces. Un estudio concluye que el 95% de todo el correo electrónico enviado el 2007 fue spam. Mas allá de la exactitud o no de la cifra, el spam es un problema real, y los mejores servicios de correo electrónico ahora (por ejemplo Gmail) son los que tienen los filtros anti-spam más precisos.

Dejando ya de lado el correo electrónico, me pregunté cuánta de la información que absorbemos durante el dia es "spam" para nuestro cerebro; información superficial sin ninguna utilidad. Creo que para nadie es novedad que estamos inmersos en una cultura de sobrecarga de información. Internet es el más claro ejemplo, pero al salir a la calle vemos anuncios de diversos productos; al encender la TV podemos ver "reality" shows, programas sobre chismes de la farándula, "info"merciales, etc; si viajamos en una combi lo más probable es que escuchemos cierto tipo de música que por algún motivo se ha hecho bastante popular. Y así...

¿Cuanto de todo es es simple ruido, información sin ningún valor intrínseco? Más aún, ¿con cuanta frecuencia nuestras relaciones humanas, interpersonales, son un eco de esa superficialidad? ¿Cuantas de nuestras conversaciones pueden ser consideradas "spam"?

jueves, 22 de enero de 2009

Atrapados en esquemas mentales

Hoy día una amiga me invitó a comer en agradecimiento por haberla ayudado con algunos sitios web que tenía que diseñar. Me dijo que escogiera el lugar, así que elegí un sitio de tacos cerca de mi casa. Nos encontramos a la hora convenida, escogimos una mesa, nos trajeron las cartas, todo normal.

En la carta habían básicamente dos tipos de tacos: los tacos normales (una tortilla, frejoles y el relleno que quisieras) y las "sincronizadas" (dos tortillas, queso gratinado en lugar de frejoles y también el relleno que quisieras). En la carta estaban listadas diversas opciones de tacos y tacos mixtos (con dos tipos de carne, por ejemplo pollo y chorizo). Sin embargo, no había ninguna opción de sincronizada mixta. Dado que quería una sincronizada y no un taco, decidí preguntar sobre la posibilidad de ordenar una sincronizada mixta a pesar de no encontrarse listada.

Cuando llega el mozo (mi amiga ya había elegido: una sincronizada de carne) yo le pregunto si es posible que me traiga una sincronizada con dos tipos de carne en lugar de una. El diálogo fue más o menos así:

- "Buenas noches. ¿Es posible pedir una sincronizada mixta?"
- Este... bueno, las sincronizadas son dos tortillas de maiz, queso gratinado y el relleno...

Cabe destacar que en la carta estaba explicado lo que es una sincronizada, de modo que no necesitaba la explicación del mozo -la cual por otro lado no respondía mi pregunta- así que decidí interrumpirlo

- "Gracias, pero yo ya sé lo que es una sincronizada. Lo que quiero saber es si puede ser mixta."
- "Mixtos tenemos los tacos, que pueden ser de..."

Nuevamente, en la carta están detallados los tacos mixtos, de modo que tampoco necesitaba esa información, sin mencionar que (nuevamente) tampoco respondía a mi pregunta. Armándome de paciencia, volví a interrumpirlo.

- "Ya, pero lo que yo quiero saber es si me puedes traer una sincronizada mixta"
- "A ver, voy a preguntar."

Se retiró a preguntarle a otro mozo si tal cosa era posible. Digo yo, si no sabía la respuesta, ¿no debería haber ido a preguntar inmediatamente en lugar de darme explicaciones que no necesitaba? Felizmente, el otro mozo se acercó rápidamente a informarme que sí era posible, y también cuánto costaría.

- "Perfecto. Entonces por favor tráenos una sincronizada de carne, otra de pollo con chorizo, y una jarra de refresco de maracuyá."
- "Muy bien señor, ¿algo para tomar?"
- "..."
- "Ah... ah si, la jarra... esteeee... ¿algún piqueo?"
- "Por el momento no, gracias"

El mozo se fue a hacer el pedido. A los cinco minutos nos traen... la cuenta. El mozo se había equivocado de mesa. Dándose cuenta inmediatamente de su error, recoge la cuenta con una sonrisa nerviosa y se va a la mesa del costado, entregándole la cuenta a quienes correspondía. El resto de la comida transcurrió sin mayor incidente.

¿Qué le pasó al mozo? ¿Nerviosismo? ¿Incapacidad de salirse del esquema mental que le marca la carta debido a un "adoctrinamiento"? Yo creo que una mezcla de ambas cosas. Me imagino que después de un cierto tiempo atendiendo, si alguien te pide algo inusual, algo en tu esquema mental hace corto circuito, y tratas de encajar ese pedido dentro de la estructura de pensamiento que ya tienes, aunque tal cosa no sea posible. Recién luego de una vacilación puedes superar el cambio de esquema y actuar de acuerdo a lo que te han pedido, aunque no sin esfuerzo y (supongo yo) cierta incomodidad.

Hagan la prueba. Prueben a ir a un sitio de comida rápida y pidan un sandwich, el que sea. O un postre cualquiera. Pero pídanle a la persona que atiende que le agregue algo que normalmente no lleva o le quite algo que normalmente lleva. Lo más probable es que te mire con cara de desconcierto unos cuantos segundos para luego volver a preguntarte sobre tu pedido. E incluso luego de que le has reafirmado que quieres ese sandwich o ese postre con ese ingrediente extra (o ese ingrediente de menos) cabe la posibilidad de que de cualquier manera tome el pedido mal y te entregue algo que no es lo que tú querías.

Por supuesto no es una regla general, y los esquemas mentales que tenemos y con los cuales estamos acostumbrados a vivir son buenos, nos ayudan a tener una estructura y un orden en nuestros pensamientos y acciones. El detalle es no quedar atrapado dentro de ellos cuando necesitemos actuar o pensar de manera distinta.

lunes, 19 de enero de 2009

Inspiración

Hace un calor endemoniado. Él se encuentra frente al monitor de su computadora, descalzo y en pantalones cortos. Su pequeña habitación está desordenada, el cesto para ropa sucia está al tope, la cama destendida y hay libros y revistas regados por todo el suelo. Él coloca las manos sobre el teclado, pero los dedos no se mueven. Mira el monitor fijamente. La pantalla está en blanco.

El sudor cae por su frente. A pesar de tener las ventanas abiertas el calor es insoportable. Teclea unas cuantas palabras sin sentido, para luego borrarlas. Maldita sea, piensa. ¿Cómo es posible tener ganas de escribir y no saber de qué? ¿De dónde diablos sacan las ideas los escritores de verdad? ¿Cómo hacía Isaac Asimov para escribir tanto y sobre tantas cosas? ¿Por qué a él no se le ocurre absolutamente nada bueno?

Mira alrededor suyo, buscando algo, alguna cosa que le de un rayo de inspiración. Observa su cuarto desordenado, las paredes desnudas y algo sucias, las cortinas abiertas, la ventana por donde asoma el sol. Nada. Cierra los ojos, sintiendo el calor que lo abrasa y la camiseta que se le pega al cuerpo por el sudor. Trata de escuchar los ruidos de la calle, los autos que pasan, la gente que conversa a lo lejos en un murmullo ininteligible. Trata de imaginar sus vidas, de qué estarán hablando, qué estarán pensando, cuáles serán sus sueños y frustraciones. Nada. Recuerda su propio pasado, su niñez, las peleas con sus primos, los días en el colegio, la graduación, la universidad, la primera vez que se enamoró, la primera frustración, los desengaños, los anhelos. ¡Nada!

Abre los ojos y se levanta violentamente, pateando la silla hacia atrás. Al diablo, piensa. Abre un cajón del armario y toma una toalla. Se dirige al baño, se desnuda completamente y se mete en la ducha. Abre la llave y el agua sale a borbotones. Cierra los ojos y levanta la cabeza. El chorro le resbala por el rostro. El agua fría refresca todo su cuerpo y calma el sofocante calor. Se queda ahí largo rato, sin pensar en nada. De pronto surge un pensamiento. Cierra la ducha con lentitud. Es absurdo, piensa. Y sin embargo, ¿por qué no? Sonríe levemente. Sale de la ducha y se ajusta la toalla a la cintura, sin preocuparse de la ropa tirada en el piso. Se sienta frente a la computadora, aún chorreando agua. Coloca los dedos sobre el teclado y empieza a escribir:

"Inspiración".

"Publicado por última vez el 22-Jun-2007"

Es decir, hace más o menos año y medio. ¿Cómo es posible que incluso me hubiera olvidado de este blog? Luego de leer las entradas anteriores (y de pensar, modestia aparte, "vaya, no escribo tan mal") me he dado cuenta que así como este blog hay muchas cosas en mi vida que empiezo y luego dejo a la mitad. O la cuarta parte...

Un profesor del colegio decía que "Santa Constancia tiene pocos devotos", lo cual es desgraciadamente muy cierto. Supongo yo que para ser devoto de esa santa lo único que se puede hacer es empezar de nuevo cuando se ha dejado de lado algo. Podría hacer una analogía con la vida cristiana acerca de esto, pero es un poco tarde y no me da la cabeza.

Han pasado muchas cosas en mi vida desde la última entrada, cosas sobre las que creo que me hubiera gustado escribir. La experiencia, por ejemplo, de encontrarme solo en mi nueva casa pensando "Ok, ya me mudé. ¿Y ahora qué hago?". O la experiencia de viajar por primera vez sólo a un país extranjero. O tal vez sobre alguna película que me haya impactado (Batman Inicia, El Caballero Oscuro, Iron Man... casi todas las que me impactan son sobre superhéroes. ¿Por qué será?). O tal vez... Pero bueno, mirar hacia atrás solo sirve para no cometer los errores del pasado; o al menos para tratar. Creo que dejar de escribir en este espacio fue un error, y ahora espero remediarlo.

Santa Constancia, por favor ayúdame.