lunes, 19 de enero de 2009

Inspiración

Hace un calor endemoniado. Él se encuentra frente al monitor de su computadora, descalzo y en pantalones cortos. Su pequeña habitación está desordenada, el cesto para ropa sucia está al tope, la cama destendida y hay libros y revistas regados por todo el suelo. Él coloca las manos sobre el teclado, pero los dedos no se mueven. Mira el monitor fijamente. La pantalla está en blanco.

El sudor cae por su frente. A pesar de tener las ventanas abiertas el calor es insoportable. Teclea unas cuantas palabras sin sentido, para luego borrarlas. Maldita sea, piensa. ¿Cómo es posible tener ganas de escribir y no saber de qué? ¿De dónde diablos sacan las ideas los escritores de verdad? ¿Cómo hacía Isaac Asimov para escribir tanto y sobre tantas cosas? ¿Por qué a él no se le ocurre absolutamente nada bueno?

Mira alrededor suyo, buscando algo, alguna cosa que le de un rayo de inspiración. Observa su cuarto desordenado, las paredes desnudas y algo sucias, las cortinas abiertas, la ventana por donde asoma el sol. Nada. Cierra los ojos, sintiendo el calor que lo abrasa y la camiseta que se le pega al cuerpo por el sudor. Trata de escuchar los ruidos de la calle, los autos que pasan, la gente que conversa a lo lejos en un murmullo ininteligible. Trata de imaginar sus vidas, de qué estarán hablando, qué estarán pensando, cuáles serán sus sueños y frustraciones. Nada. Recuerda su propio pasado, su niñez, las peleas con sus primos, los días en el colegio, la graduación, la universidad, la primera vez que se enamoró, la primera frustración, los desengaños, los anhelos. ¡Nada!

Abre los ojos y se levanta violentamente, pateando la silla hacia atrás. Al diablo, piensa. Abre un cajón del armario y toma una toalla. Se dirige al baño, se desnuda completamente y se mete en la ducha. Abre la llave y el agua sale a borbotones. Cierra los ojos y levanta la cabeza. El chorro le resbala por el rostro. El agua fría refresca todo su cuerpo y calma el sofocante calor. Se queda ahí largo rato, sin pensar en nada. De pronto surge un pensamiento. Cierra la ducha con lentitud. Es absurdo, piensa. Y sin embargo, ¿por qué no? Sonríe levemente. Sale de la ducha y se ajusta la toalla a la cintura, sin preocuparse de la ropa tirada en el piso. Se sienta frente a la computadora, aún chorreando agua. Coloca los dedos sobre el teclado y empieza a escribir:

"Inspiración".

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